El juego de esperar: vías empinadas en Chamonix
Yannick Boissenot vive en Chamonix, a los pies del macizo del Mont Blanc (4.807 m), y su estación favorita es el invierno. Chamonix es un paraíso alpino. Esta región única de Francia reúne muchos objetivos alpinos accesibles y disfruta de una larga temporada de esquí alpino que dura hasta la primavera. Tras un breve descanso durante el verano, el otoño entra con las primeras nevadas.
Yannick, padre, fotógrafo y cámara, también es uno de los esquiadores alpinos más versátiles de los Alpes. Cuando era más joven, durante su infancia en Chamonix, descendió con sus esquís el famoso macizo de los Alpes occidentales.
En busca de nuevas vías, el experto en freeride tiene planeado esquiar una nueva ruta en terreno poco frecuentado, combinando el esquí con el parapente. Esta será, sin duda, será la parte más complicada de la operación, pues su experiencia en este deporte se remonta a solo un par de años. «Combinar el parapente con el esquí es un nuevo reto que me da tanta alegría y satisfacción como el esquí extremo».
Loic Chamel es un joven de Chamonix. Creció en el valle, y lleva toda la vida rodeado de estas montañas. Yannick se dio cuenta enseguida de que era el compañero perfecto para este proyecto. «El plan es partir desde el Aiguille du Midi, aterrizar en la base de la pared, subir y después continuar con el descenso. Lo ideal sería que terminásemos el día bajando con el parapente hasta el valle y aterrizar en casa».
Para practicar, el equipo decidió salir en dirección a Périades. El viento del oeste soplaba a una velocidad de hasta 40 km/h a 3.600 m de altitud, lo que les hizo imposible despegar. Pero encontraron un punto de despegue alternativo a 3.400 m, que les permitió cruzar el Vallée Blanche y aterrizar a unos cientos de metros por debajo de su punto de partida. Encontraron un corredor inexplorado con unas condiciones de nieve estupendas, y es así como lograron terminar esta salida de prueba.
«Esperamos durante mucho tiempo a tener la ventana meteorológica y las condiciones adecuadas para poder empezar desde el Aiguille du Midi y descender con los esquís por la cara norte del Dôme du Goûter a 4.304 m. Pero el invierno más seco de mi vida y un viento a una velocidad que me habría sido muy difícil de controlar con el nivel que tengo de parapente hicieron que fuera imposible terminar la excursión combinando ambas modalidades. Las montañas seguirán ahí el año que viene, lo primero es nuestra seguridad. Solo tenemos que ser pacientes y esperar a que el tiempo nos acompañe».